El
reloj marcaba las 9 de la mañana. Conforme las perillas avanzaban, un sinnúmero
de personas se juntaban en un solo espacio. Algunas de ellas estaban
acompañadas. Otras preferían seguir el curso del tiempo de manera
independiente. Unas estaban alegres. Otras, preocupadas. Sus estados de ánimo
pasaban a un segundo plano cuando se dirigían a los puntos claves del tesoro
intercultural que guarda cada puesto del mercado Nº 1 de Surquillo.
Entrada del Mercado Nº 1 de Surquillo |
El
color de las frutas, el agradable aroma de los vegetales y el exquisito sabor
de la comida -como recién hecha en casa- dan la bienvenida a todas las personas
que se concentran en este espacio. En ese momento, ellas comparten un solo
sentir: disfrutar de la diversidad del lugar.
Para
empezar la jornada del día, la señora María de, aproximadamente, 40 años brinda
a sus comensales dos deliciosas opciones. Una es la potente sopa blanca y la
segunda, un suculento caldo de gallina. Estos platos son preparados por las
manos ayacuchanas de esta mujer.
María
vive en Lima desde que tenía 16 años. Dejó la tierra de Vilcashuamán para
obtener una mejor calidad de vida. Este
objetivo lo está cumpliendo al lado de su pareja e hijas quienes la ayudan en
la venta de comida en su stand llamado “Juguería Jimena”, ubicado en el puesto
29 del mercado.
Hace
un año, María se libró de las cuotas mensuales del alquiler del puesto. Ella
logró comprar la tienda. Su esfuerzo y constancia se refleja en sus potajes
que, sin duda, son los indicados para obtener la energía necesaria para seguir
recorriendo el lugar.
A
unos puestos se encuentra una señora que
selecciona y ordena las frutas de manera cuidadosa. Su nombre es Reina y es
chiclayana. Ella tiene más de 50 años vendiendo frutas en el mercado. En
su puesto hay una gran variedad de estos productos. Se puede encontrar desde
las más conocidas, como las uvas, hasta las más exóticas. Un ejemplo de estas
últimas es la pitahaya, una fruta rica en vitamina C. Su precio es de 38 soles
el kilo.
Fruta Pitahaya |
Según
Reina, la pitahaya es una fruta con gran potencial curativo. Asegura, también,
con mucha alegría que los higos que ella vende pertenecen a su localidad. Y que
son únicos en todo el mercado.
Su
entusiasmo se desvanece al recordar que el centro de abastos ha perdido una de
sus esencias: la festividad. Ella afirma que desde hace mucho tiempo no se
celebra el aniversario del lugar. Que muchas personas se han olvidado de la
alegría y la unidad que antes las caracterizaban. Solo le queda evocar las
imágenes en las que se divertían y organizaban para celebrar a lo grande un año
más de fundación.
A
los exteriores del mercado se observa a una mujer que va hilvanando diferentes
prendas. Su nombre es Giovana. Ella ofrece artesanía y tejidos. Los colores
llamativos que utiliza para la confección de sus productos guardan mucha
relación con su procedencia. Esta huancavelicana junto a su niño de,
aproximadamente, 6 años viene al mercado todos los fines de semana. Ambos
hablan en quechua de manera espontánea, un hecho que cautiva a cualquier
transeúnte que los escucha.
Giovana. Artesana huancavelicana |
Giovana,
quien apenas puede hablar bien el castellano, comenta que se traslada desde Ate
hasta Surquillo por la represión de los serenos. Afirma que no la dejan
trabajar en los mercados de su distrito y que la botan. Esto no le permite
llevar un pan a su mesa. Por eso prefiere movilizarse y trabajar en otros
lugares.
Así
como María, Reina y Giovana existen más personas que se dedican a vender
productos en diferentes centros de abastos del Perú. Cada una de ellas coloca
su sello de origen en cada objeto que ofrecen.
El
mercado Nº 1 de Surquillo tiene más de 70 años acogiendo a diferentes personas
de diversos puntos del país. También recibe a extranjeros, quienes se quedan impresionados
por toda su riqueza. Este mercado no es reconocido únicamente por la calidad de
los productos que ofrece, sino por el
gran bagaje cultural que conserva en cada rincón de su establecimiento. Un
tesoro que cualquier persona quisiera conocerlo.
Para hallarlo es necesario contar con un mapa
y una buena dosis de motivación. La primera herramienta permite orientar y
guiar qué sendero continuar. Y la segunda, a persistir en el trayecto. Eso es
lo que demostraron los tres personajes mencionados.
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